sábado, 8 de abril de 2017

MELODÍAS LABORALES: ("Cenicienta: Canción de Trabajo" ) Walt Disney

WALT DISNEY / CENICIENTA:
"LA CANCIÓN DEL TRABAJO"



(Letra al final del comentario)

Una experiencia compartida por la generación del “baby boom” y posteriores, nacida de la experiencia de la paternidad y de la necesidad de buscar esos preciosos momentos de relajación en la ardua e inacabable tarea de lidiar con los pequeñajos de la casa, es la de recurrir a la extraordinaria filmoteca de Disney y a su magnética capacidad de congelar la vitalidad de los más pequeños en torno a una pantalla. Durante unos minutos de gloria, logran que se reequilibre el flujo de paz y de silencio de nuestros hogares.


Aquél que no haya sesteado o simplemente puesto su cerebro en estado de letargo unas cincuenta veces o más –porque la visión repetida y repetida de cada una de esas benditas producciones, es otro hecho compartido por todos- con “El Rey León”, “La Dama y el Vagabundo”, “Bambi”, “Blancanieves y los siete enanitos”, ”Frozen”, “La Bella y la Bestia” o “Cenicienta”, es un ser extraño o un antisocial furibundo. Hoy en día han surgido competidores formidables, tanto bajo la forma de productores –Pixar, Dreamworks o Nickelodeon- como bajo la de canales televisivos temáticos, por no hablar de fenómenos esotéricos –nunca acabaré de comprender el irresistible poder de atracción de unos personajes tan marginales y estrambóticos como los Teletubbies- o de esos herederos del flautista de Hammelin convertidos en ídolos de masas bajo la pancarta de los Cantacuentos

Sin embargo, el encanto especial de la factoría Disney seguirá siendo, para muchos de nosotros, un talismán único para conjurar los peligros y los riesgos de una tarde de familia fuera de control o de una comida eterna, por la difícil tarea de hacer ingerir un puré de verduras a un ser de tierna edad menor de siete años. 

Bendito San Walt y compañeros guionistas.

Unos guionistas de los que también se afirma que han sido capaces de integrar las mayores tragedias humanas dentro del amable entorno de las películas de Disney. “El Rey León” es un descarnado ejemplo de la traición asesina de un hermano hacia otro y de la despiadada búsqueda del poder;“La Dama y el Vagabundo” refleja la miseria más radical en la que puede intentar subsistir un pordiosero rodeado de una sociedad opulenta; “Bambi” presenta con crudeza extrema la experiencia dolorosa de la pérdida de una madre protectora y generosa; “Blancanieves y los siete enanitos” es un ejemplo de la envidia y de la idolatría de la belleza temporal y pasajera que conduce a la miseria moral más rastrera…y llegamos a “Cenicienta”. En muchas de las películas Disney, la familia es –a la vez- un entorno cálido y amoroso de crecimiento y desarrollo y un páramo de rencores y de emociones negativas. “Cenicienta” es más esto último que lo primero.

Muerto el afable y cariñoso padre, la madrastra –en compañía de sus detestables y poco agraciadas hijas- encadena a Cenicienta a una rutina insoportable. No hay respiro para ella. Y cuando parece que lo va a haber porque “ya casi está muerta” le llegan los gritos que le urgen a ser más rápida. La sangre se ha podrido y se empeña en explotar y acosar a un angelical ser.

La posición de abuso es siempre detestable. Servirse de los demás como un pedestal o como un recurso, cuando además se detenta una posición de autoridad sobre ellos es repugnante. Despojar a un ser humano de su dignidad y minar su autoestima, su prestigio y su entorno diario es una vileza que no sólo destruye a la víctima del mismo, sino que también afecta al tiranuelo que lo capitanea o lo ejecuta.

Los que hemos tenido que lidiar en nuestras empresas con alguna situación de este tipo, en cualquiera de sus desgraciadas variantes –moral, laboral o sexual- y hemos certificado su existencia y su veracidad (que también se han dado ficciones más o menos interesadas de cada uno de ellos), hemos podido comprobar el mal sabor de boca que acompaña a su conocimiento, a su manejo y a las decisiones que culminan su resolución, sean éstas las que sean. Son ciénagas de rencores, venganzas, ensañamientos y frustraciones, habitualmente de poca monta y escaso recorrido pero que tienen la espantosa capacidad de esparcir aire pestilente y rumores tóxicos por todo el ecosistema de una organización.

Pero, siendo graves estas situaciones, no son –a mi juicio- las más habituales e incluso las más peligrosas para una organización. Son detestables, son venenosas, son agotadoras…pero suelen ser esporádicas, por su propia dimensión. Las organizaciones tenemos en nuestro interior a muchas Cenicientas, limitadas en su potencial de brillar como princesas del baile y de fascinar al príncipe heredero por acciones u omisiones que nunca podrían ser calificadas formalmente como “acoso” o “discriminación” pero que consiguen un fin similar.

La Consultora Otto Walter ha desarrollado en el pasado encuestas dirigidas a identificar los “comportamientos más irritantes de los jefes” en opinión de sus colaboradores. La efectuada en 2003 -ya muy madura para los parámetros actuales de publicación de encuestas- no me parece muy alejada de la realidad de hoy. En ella se identificaban 18 comportamientos, pero dos de ellos se distanciaban por varias cabezas del resto: la “falta de respeto” que se manifiesta en las malas formas en el trato, groserías, salidas de tono, broncas en público y similares (50% de los entrevistados), al que sigue de cerca la “prepotencia” y sus derivadas como el narcisismo, el empecinamiento estéril, a vanidad, la soberbia o la arrogancia (37%).

Todas estas cotidianas formas de erosión no consiguen –como el acoso formal- el que una persona abandone voluntariamente la organización o que se rinda a nuestros deseos más perversos –como en el acoso sexual-, pero fomentan una respuesta silenciosa y contaminante: el “despido interior”. La decisión de un número significativo de personas de no seguir formando parte del corazón y el cerebro de una organización, aunque tal vez sí de su estómago y de su nómina, y de buscar sus fines personales, guardando escrupulosamente las apariencias.

O, quizás, la de ayudar en jornada laboral a que Cenicienta disponga del “vestido tan precioso que luzca el más hermoso”, contraviniendo las órdenes del jefe de que nadie vaya al baile. 

De ese jefe que ladra como una madrastra huraña y que sólo quiere sentirse el amo del cotarro.

WALT DISNEY: CENICIENTA
CANCION DEL TRABAJO

Pobre cenicienta
La molestas todo el tiempo
No la dejan ni un momento
Cenicienta, cenicienta, ¡¡¡cenicienta!!!
Cenicienta, cenicienta,
pronto, pronto cenicienta
Lava y plancha,
Trae la ropa,
Barre y limpia la terraza
y sí , cuando está en la casa, la traen a las carreras
y cuando más no puede, es cuando casi está ya muerta
Alguien grita,¡¡ date prisa Cenicienta!!

Si, siempre su trabajo
Saben una cosa... Cenicienta no podrá ir al baile
¿Qué? , ¿No ira?, ¿que dijiste?
Que no ira al baile, Se saldrán con la suya
Trabajo, trabajo y más trabajo
No tendrá tiempo de arreglar su vestido
Po, po? pobre cenicienta

Ah¡¡?Nosotros lo haremos
Se lo haremos, se lo haremos
Un vestido a cenicienta
Un vestido tan precioso
Que luzca el más hermoso
Y no descansaremos,
no decaeremos
Bailando el vals será una flor
en brazos de su amor
Se verá como una reina, cenicienta
Pronto, pronto, pronto todo el mundo a la costura
La tarea no es tan dura
Será una linda hechura
Yo manejo las tijeras
¿Yo coso con la aguja? eso es cosa de mujeres
Tú adornas si quieres
Para hacerle un vestido a cenicienta
Le haremos un vestido a cenicienta

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