domingo, 15 de febrero de 2015

FREUD vs LEWIS: ¿La razón y la fe están peleadas?

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Ayer fui a ver con unos amigos la obra de teatro "La Sesión Final de Freud". Ambientada en una ciudad de Londres sacudida por la declaración de guerra a Alemania en 1939, recrea un debate de ideas entre un Sigmund Freud carcomido por un terrible cáncer de boca y un maduro C.S. Lewis en la cumbre de su esplendor intelectual. La entrevista nunca se produjo a ciencia cierta, aunque en el diario de Freud quedó anotada una cita con un profesor de Oxford

Asistimos a la sesión final en el Teatro Español, pero espero que continúe su representación en otros escenarios. Es una obra de arte que escenifica cómo el debate entre personas que buscan la verdad y que profesan la honradez intelectual es siempre fructífero y respetuoso.

La existencia de Dios, la conciencia, el misterio del dolor y del mal, la guerra, el sexo, el poder...todos pasan por el tamiz del ardor ideológico y se muestran en argumentos ingeniosos y profundos. Pero también son tratados con humos y con ironía.

Me gustó una de las intervenciones de Lewis: "la religión no tiene  inconveniente cuando la ciencia no puede probar categóricamente algo, como -por ejemplo- la desaparición de los dinosaurios; sin embargo, no entiendo por qué la ciencia es tan beligerante con la religión cuando ésta no da respuesta a todas sus preguntas".

Freud tampoco tenía desperdicio en alguna de sus frases: "parece una locura el preguntarse sobre las cuestiones que estamos debatiendo en un momento como éste; sin embargo, es una locura mayor el vivir la vida sin hacerse preguntas como éstas".

LA Verdad es, hoy en día, un artículo de depósito en el desván. Su búsqueda ha quedado sustituida por la del placer, la felicidad a toda costa o el pragmatismo más feroz. Pero vienen momentos en los que sólo se puede construir algo meramente humano si nos exponemos a la verdad y la buscamos con adicción. Freud y Lewis, en esta obra, nos tenían secuestrados desde el inicio al final: ambos defendían torreones muy firmes, pero sabían reconocer la honradez del otro, la coherencia del rival, la falta de respuesta a muchas preguntas y el humor que debía adornar a una gran inteligencia.

Freud se suicidó veinte días después en un plan preconcebido tras no ver otra salida a su dolor y al mundo en el que vivía. Lewis vivió 24 años más y su conversión le ayudó a vivir el dolor de la pérdida de su esposa, también a causa del cáncer.

Yo tengo mi opción, pero esta obra es una llamada a no excluir al que tenga justo la contraria. El terreno común es muy grande si queremos abonarlo.

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