martes, 10 de octubre de 2017

MELODIAS LABORALES: "Los Prisioneros" / "Canción del Trabajo" (El Cambio, para los demás)



LOS PRISIONEROS:CANCIÓN DEL TRABAJO
(Letra al final del comentario)

El nombre del Grupo no augura un desarrollo optimista, positivo y retador referido al trabajo. Es la tercera canción de esta recopilación con  el mismo título y el cierre no es precisamente dorado; es más, describe un entorno con tonos que tienden –muy marcadamente- al azabache.


Este grupo chileno presentó el disco en el que se incluía esta canción en un ambiente enrarecido por la disputa entre sus dos autores -causada por airear las diferencias entre todos ellos- que dieron como resultado el despido fulminante del guitarrista principal en una escena más propia del capitalismo descarnado que criticaban, que del mensaje de renovación social que predicaban. La tensión del momento no debió de ser pequeña, porque en la rueda de prensa que ofrecieron tras este doloroso incidente los periodistas acabaron bombardeados por los micrófonos y los vasos que les lanzó Jorge González, el “directivo” vencedor de esa crisis de familia. La tensión se liberaba sin aditivos, edulcorantes o colorantes.

Suele pasar. El refrán popular ya lo predecía: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. La crítica, los comportamientos de los que requerimos su cambio en los demás, la mejoría que exigimos en las estructuras que se encuentran fuera de las nuestras, la revolución que pretendemos organizar para cambiar las cosas…suelen verse poco acompañadas de nuestro compromiso particular para cambiar.

Desde siempre me ha golpeado la conciencia esa frase tan interpeladora atribuida a Gandhi:   “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Cada vez que contribuyo, por mi parte, al cambio en el mundo con ese comentario bienintencionado –o no tanto- sobre un comportamiento ajeno, con esa referencia a un colega que debería modificar un hábito o adquirirlo, con un análisis y un plan de acción detallado sobre una determinada situación social que requeriría un vuelco significativo…intento poner delante de mí un espejo bien bruñido. No suelo salir bien parado, lo confieso.

En el itinerario del crecimiento y el desarrollo personal, plagado de cambios fructíferos pero también exigentes, hay etapas que requieren toda nuestra atención, nuestra completa honradez –no me gusta nada esa deformación que apela a nuestra honestidad, más relacionada con nuestra decencia, pudor y justicia por origen etimológico-, nuestro esfuerzo consciente y nuestra dedicación inteligente. Si no somos capaces de recorrer estas etapas en nuestras vidas, es muy probable que naveguemos a la deriva señalando a los demás con un dedo acusador que debería imantarse permanentemente, señalando hacia nosotros acusadoramente. Saltar de esta esfera personal de irresponsabilidad hasta el escalón de la reivindicación social, acusando a los demás de aquello que no estamos ni remotamente dispuestos a cambiar nosotros mismos, es sólo una simple pirueta mental.

En esa rueda del reto personal podemos identificar como primera etapa la que podemos describir como la de la Competencia Consciente. En ella, somos perfectamente conocedores de nuestros hábitos y nuestras fortalezas en gran parte de nuestras áreas vitales tanto en el terreno de las relaciones personales, como en el de las actividades profesionales.

Pero llega a menudo un paso crucial: alguien o algo nos pone en nuestro camino ese momento de la verdad en el que nuestros pequeños o grandes lastres frenan nuestro avance o aceleran inmisericordemente nuestra caída. Es una bifurcación crítica: de un lado está la vía de la negación, de la acusación generalizada, de la justificación o de la desesperación y la autodestrucción, en el límite; de otra, está la siguiente etapa en la rueda del crecimiento: la de la Incompetencia Consciente. Se trata de reconocer que hay un aspecto –quizá sorprendente, en primera instancia, quizá hasta humillante- que no conocemos, no dominamos o no tenemos interiorizado. Esta vía conduce a la coherencia; aquélla, a la inmadurez.

Pero no basta –siendo un gran paso- con reconocer una limitación o un defecto. Como recuerda otro refrán: “el que sabe y no hace, no sabe nada”. No basta con un correcto análisis, un diagnóstico agudo, una identificación sin desvío y una intención inmaculada. Para crecer, para tener la credibilidad de ser el cambio que queremos ver en el mundo, debemos poner los medios y realizar las acciones consecuentes. Son esos veintiún días que los psicólogos estiman que necesitamos para, con sus meandros y sus vaivenes, construir un hábito y hacerlo naturaleza nuestra. Así, lograremos llegar al tercer escalón en el crecimiento que nos hará ser de nuevo conscientemente competentes y muy rápidamente nos abrirá la puerta al estado de la Competencia Inconsciente. En esta fase, podremos lograr afirmar que somos así o que nos expresamos nosotros mismos, cuando lo cierto es que algo externo a nosotros se ha incorporado a nuestro día a día con la naturalidad de un familiar o un gran amigo. El heroísmo de salir de nuestros rutinarios cerrojos y de liberar nuestras limitantes pero acomodadas cadenas es un precio que muchos de nosotros no estamos dispuestos a pagar.

Y entre negar la evidencia y anegar nuestra potencia de esculpir a diario nuestro carácter, hundimos las más de las veces nuestra posibilidad de cambio y nos refugiamos en la confortable denuncia, en la vistosa indignación y en la revolución siempre pendiente.

Gran parte de los problemas que vivimos en la actualidad en nuestros hogares residen en nuestra incapacidad de reconocer nuestros flancos débiles, vergonzosos y sonrojantes y en aplicar la energía debida para enderezarlos, antes de verter nuestro potencial de disección de defectos y nuestro arsenal de remedios mágicos sobre los demás. Yo, el primero. Y de los hogares, esta infección salta con facilidad a nuestras escuelas, nuestras empresas, nuestras ciudades y nuestra Sociedad.

Los sindicatos acusan a la patronal; la patronal, al Gobierno; el Gobierno a la oposición; la Oposición, a la Historia; la Historia…se repite.

El empleado, acusa al jefe; el jefe, a su jefe; su jefe, al entorno; el entorno, a las variables; las variables, a los ciclos; los ciclos, al estado de ánimo colectivo; el estado de ánimo colectivo…

Esta canción no salva ni al trabajo más sublime en pos del ideal más sagrado, ni a la dignidad que enriquece al que satisface una necesidad con su actividad, ni a la justa compensación por el trabajo y el esfuerzo rentable, ni al trabajo en equipo para la consecución de metas efectivas… ¡para que el compositor acabe despidiendo a su colega de giras y de trabajo a destajo, con una frase inmisericorde y una actitud despótica!

LA CANCIÓN DEL TRABAJO

Tengo trabajo y me da lata
No es mala plata pero no basta para motivarme
No convencerme, que acaso no sea mejor idea
Sacar el puzzle, tirar escupo por la ventana
hojear el diario
Y contemplar esa pila de papeles en blanco
Tengo trabajo otros no tienen

Si por trabajo tuviera acceso
A recortar oscuros presupuestos
O aceitar suavemente la mano que me Acaricia
Pues nada de eso, no creo, nada
Me haría laborar con ganas
o siquiera sonreír al espejo
Cuando me afeito cada mañana
Presto y dispuesto
a mis nueve horas diarias
de sacar la vuelta heavy

El trabajo dignifica al hombre/.. Di lo que quieras
Usa tu energía en algo útil/... No te discuto
Gánate la vida con sudor
(Como la canción)
Gánate la vida con el sudor de tu frente

El trabajo dignifica
pero no entiendo bien que significa dignifica
alcanzo a ver que rima con caja chica
con trafica y con mijita rica

A trabajar cada día, a trabajar
perdiendo el tiempo fui feliz
Sacando la vuelta yo soy asi
a mis nueve horas diarias
de sacar la vuelta heavy

El trabajo dignifica al hombre/.. y a la mujer también
Usa tu energía en algo útil/... algún día entenderás hijo
El trabajo dignifica al hombre/...Dale
Usa tu energía en algo útil
(Como la canción)
Gánate la vida con el sudor de tu frente, de tu frente


El trabajo dignifica al hombre, el trabajo dignifica al hombre

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