domingo, 18 de febrero de 2018

MELODÍAS LABORALES. LOS SUAVES: "SIN EMPLEO" (Resolución de problemas/Autoayuda)





"SIN EMPLEO"
(Letra al final del comentario)

Rock radical con cuna en Orense. Ritmos frenéticos para temas que incitan al frenesí. Tratamiento apasionado y nada amigo de componendas en sus argumentos musicales. Como declaró hace unos años Yosi Domínguez, cantante y principal compositor de “Los Suaves”, al hablar de los graves problemas –felizmente superados-  del grupo: “al querer destrozarme yo, quería llevarme a todos por delante. Hubo un momento en que estar a mi lado era un infierno. Entonces eres malo, primero contigo mismo y luego con los demás, aunque no quieras serlo”. Aquí no hay chiquitas: susto o muerte.


Una canción del año 1982. Tres millones de parados, que suponen un 22% de cruento dato estadístico en relación a  una población activa muy inferior en número a la actual. Es la primera reflexión que surge: ¿qué letra tendría la versión actualizada con una hemorragia incontrolada como la que sufre nuestro mercado laboral?

La canción no se anda con paños calientes. La denuncia se lleva al extremo y la situación de desamparo descrita llega a tal extremo que tras haber superado por la mínima una tentativa de suicidio individual, nuestro protagonista culmina la infeliz trayectoria de desesperación y ausencia de salidas, con una en formato familiar. En el camino, hay varias etapas de interés: en seis meses queda agotada la ayuda del paro, dato que infiere una precariedad previa y una antigüedad muy limitada en trabajos precedentes; en ese tiempo, este individuo se ha ofrecido por la mitad del salario como mercancía barata, ha contemplado el pedir por las calles y ha visto como se cerraba el grifo de su doméstico y minúsculo crédito hasta llegar a la inanición más absoluta. Sorprende el hecho de que en medio de una escasez tan absoluta, no les hubieran cortado el gas hace ya mucho tiempo. Por lo menos, se habría evitado la inmolación.

Esta canción me trae a la memoria una respuesta de Steve Jobs, a una de las preguntas formuladas en el curso de una entrevista realizada por Newsweek en el año 2006: “Cuando uno empieza a resolver un problema, las primeras soluciones que uno se encuentra son muy complejas, y la mayoría de la gente se detiene allí. Pero si uno sigue, y uno vive con el problema y le quita más capas a la cebolla, muchas veces uno se encuentra con unas soluciones muy simples y elegantes. La mayoría de las personas no invierte el tiempo o la energía para llegar a eso”. Claramente, nuestros rockeros gallegos no estaban para darle una solución simple y elegante a este problema. Mejor eliminarlo de raíz, siguiendo su táctica personal enunciada al principio, llevárselo todo por delante y no dejar rastro. Se me ocurre que algún pariente de los protagonistas habría podido llamar años después a los Suaves, para exigirles algún tipo de responsabilidad cuando la recuperación de finales de los noventa hubiera generado oportunidades para todos, menos para una familia que se inmoló colectivamente a principios de los ochenta, imaginando el fin del mundo.

Una vez más, nos encontramos con el acercamiento a un problema con un enfoque descriptivo y agorero, que maximiza las dificultades, las negaciones, las frustraciones y los senderos cerrados al público y evita aportar un rayo de esperanza o un principio de solución. Desde los primeros momentos de la letra, el enfoque está claro: el “amo” baja desde las alturas de su despacho y le comunica a sus “hijos” que todo está perdido. A partir de ese trágico momento, los huérfanos quedan a la deriva, prisioneros de un mundo sádico y despiadado, en el que sus mentes habituadas a la dependencia paternal de su propietario no pueden encontrar más solución que la autodestrucción. Esta caricatura no está tan alejada de una consideración bastante extendida en el momento actual entre algunos interlocutores sociales y entre bastantes individuos: “me” han despojado de mi esquema vital y los culpables de su desaparición “me” deben resarcir a esa situación primigenia.

Este infantilismo social es un cáncer de nuestros días porque agosta –o, como poco, debilita- el sentido de responsabilidad personal que debe capitanear nuestros esfuerzos individuales por modificar las circunstancias de unos momentos adversos. Si mi amo me abandona, tengo derecho a vagar por este mundo sin rumbo ni meta. Y así van muchos.

Claro que también es un peligro el extremo contrario: pensar y creer que todo el mundo está en condiciones de reinventar su destino, reorientar sus energías, reconstruir su entorno y redirigir su vida con plena autonomía. Sin  negar el extraordinario poder de las capacidades de cada ser humano cuando se ponen en juego con la intensidad y la orientación debidas, no puedo callar mi opinión de que muchos de los recursos y soluciones más aportadas en la actualidad –el cambio de paradigma, la actividad emprendedora, la nueva capacitación requerida, la Sociedad del Conocimiento, la economía sostenible…-no pueden ser de consumo general. Requieren de un estado de partida que no es común a toda la Sociedad.

Tengo la fortuna de trabajar en un entorno en el que puedo entrar en contacto con profesionales de perfiles muy diversos. Algunos de ellos son brillantes científicos, con una experiencia muy rica en variables técnicas y humanas del trabajo y una necesidad permanente de transformación y adaptación al entorno. Otros, representan un nivel de profesionales con  una cualificación muy específica, un entorno de trabajo bastante predecible y una resistencia al cambio elevada por el arsenal limitado de expectativas profesionales que poseen. A ambas poblaciones no se les pueden proponer los mismos remedios y las soluciones de manual. De ambas poblaciones no se puede esperar un grado de autonomía ante la adversidad de igual rango y calidad.

Los mensajes que más se difunden por nuestros medios de comunicación, nuestros eventos profesionales, nuestras editoriales especializadas y nuestras iniciativas mejor bienintencionadas son –en mi criterio- una herramienta de especial interés y utilidad para las franjas más cualificadas de nuestra Sociedad. Profesionales con un grado de pensamiento conceptual y de práctica en la exposición a entornos inciertos, capaces –en principio- de interiorizar afirmaciones tan valiosas como ésta: “o salimos de nuestra forma tan limitada de pensar o seremos incapaces de ver las cosas desde esa perspectiva que nos va a permitir descubrir puertas donde antes sólo veíamos muros". Profesionales con un acceso y una predisposición académica, que posean la capacidad de recibir este consejo: “con gente que hable idiomas, educadas en lo digital y, sobre todo, que se diviertan en el trabajo". Profesionales que posean los recursos necesarios para minimizar el enorme porcentaje de fracaso que se produce en la actividad emprendedora en un entorno mínimamente regular y estable, cuyas condiciones se han agudizado negativamente en estos tiempos y que pueden asimilar este consejo: «en España no hay cultura del error, por lo que vivimos por debajo de nuestras limitaciones, en vez de nuestras posibilidades». Asimismo, añadió que hay que desprenderse de «ideas peligrosas» para ser un buen emprendedor

Si dirijo mi pensamiento, por el contrario,  hacia los numerosos profesionales captados por sectores de baja o bajísima cualificación en sectores de gran expansión en los años de felicidad sin límites, no puedo dejar de considerar que –sin negar su responsabilidad de ser dueños de su destino- todos estos consejos prudentes y retadores tiene  muchas probabilidades de caer en tierra estéril. La bolsa de baja cualificación, expectativas pobres, visión a corto plazo y abundancia aburguesante es muy pesada. 

Hay que desarrollar una estrategia de vuelos más bajos –pero no menos dignos- que haga digerible un futuro adverso a muchas de estas personas, huyendo de conceptos y propuestas si no ininteligibles, sí poco adecuadas y huyendo con más celeridad del nihilismo lleno de decibelios que “Los Suaves” nos describen en esta canción: “Es el fin, todo ha acabado”.

LOS SUAVES:
SIN EMPLEO
Por la mañana
llegas a la fábrica oscura y fría
La máquina está parada
triste desprende ruina
Del despacho baja el amo, dice:
"Hijos míos, no hay trabajo.
No hay pedidos, tengo que cerrar,
nada os oculto, me vienen a embargar
mañana".
Es el fin, todo ha acabado
Os miráis con espanto.
La máquina callada,
los puños apretados, pensando...
pensando.
Ya seis meses sin jornal
seguro "del paro" agotado,
dinero cobarde se esconde,
las empresas han cerrado.
Por la mitad del salario
te has ofrecido, es igual.
Tres millones de parados
estadísticas y tú uno más.

Por última vez lo intentas,
piensas pedir, tienes la mano.
También llegas hasta el puente
pero no puedes, tu hora no ha llegado.

Espera desesperada,
en el portal tu mujer.
Tiene el crédito agotado,
en casa no hay que comer.
¿Qué hay? pregunta cuando llegas.
tú no contestas y callas,
agachando la cabeza
subes pálido y triste  a la casa.

Tu hija arriba no duerme,
desde ayer no come nada,
cree que su madre ha bajado
a comprar pan a la tienda de al lado.

Entráis los dos en la casa,
la niña mira tus manos.
Sorprendida al no ver nada,
calla y se acuesta llorando.
El padre está en un rincón
cabeza entre las manos.
La madre calla, abre el gas,
ojos secos, se sienta a su lado.

Es el fin, todo ha acabado
Os miráis con espanto.
La máquina callada,
los puños apretados, pensando...pensando.

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