lunes, 22 de mayo de 2017

"MELODÍAS LABORALES": Raphael, "Canción del Trabajo" (Coherencia en la Comunicación)



 Letra al final del comentario

RAPHAEL:
"CANCIÓN DEL TRABAJO"

La canción de Raphael es un canto a la contradicción. El trabajo es –simultáneamente- una cadena, un estigma o un tatuaje, un amigo y un canto a la esperanza. Al final, no queda claro.


Si nos fijamos en el cantante, es todo un ejemplo de dedicación, de vigor y de entusiasmo por su actividad. Raphael es un jovencito que acaba de franquear la barrera de los setenta años y aún podemos verle dominar los escenarios y encandilar a generaciones muy diversas de espectadores. Miguel Rafael Martos Sánchez es uno de los elegidos que puede mostrar en alguna distinguida pared a sus más allegados el “Disco de Uranio”, otorgado a aquellos portentos que dejan muy atrás la plata, el oro y demás metales mundanos y que sólo detentan, junto a él, Michael Jackson, “Queen” y “AC/DC”…y los posteriores “Discos de Diamante” que han surgido en épocas más recientes. Son hitos que no se alcanzan sin haberse deslomado a conciencia. Y en el caso de Raphael, con una permanente sonrisa en la boca.

El tipo es un gran currante y hay que reconocer que, te guste o no, transmite pasión por lo que hace y por el modo como lo hace. ¡Es un escándalo!

Pero despista con esta letra. Hay que reconocerlo. Para ser una canción al trabajo, no acaba de quedar meridianamente claro si la ha compuesto con la camiseta de los detractores o con la de los fanáticos. Vale la pena ver a Raphael interpretarla, aunque con la distancia de los años y con dosis de autocontrol para no sentir vergüenza ajena contemplando ciertos contoneos marca de la casa; el conjunto contribuye a formular la cuestión esencial: ¿Raphael transmite cinismo, convicción o un mensaje disociado en fondo y forma?

Lo que nos lleva de la mano hacia el apasionante mundo de la comunicación en nuestras organizaciones. Una comunicación que siempre –siempre- se produce, ya que el silencio o la indiferencia son también poderosos medios de comunicación…con poderosas e inimaginables consecuencias. 

Una comunicación que frecuentemente viene marcada por la contradicción, la doble lectura, el paralelismo sin contacto alguno entre el mensaje y la realidad o la abundancia de lugares comunes.

“El Capital Humano es el activo fundamental de esta organización”, afirman muchas memorias corporativas o discursos formales de nuestros eventos empresariales para –instantes después- seguir practicando sin rubor alguno el demoledor arte de convertir tan elevada afirmación en una filigrana de papel mojado. Para empezar y sin ir más lejos, con nuestras Políticas y Prácticas de Selección. Siempre me ha asombrado la celeridad de ciertas empresas a la hora de incorporar elementos de ese Capital esencial a sus equipos, haciendo entrar en juego unos niveles de intuición insuperable y de capacidad de juicio infalible, que no entran en funcionamiento con otros activos más predecibles y menos esenciales. 

Por comparación grosera, podría referirme al ejemplo de la elección de vehículos de Flota, que constituye una de mis cruces en áreas de gestión: su casuística cotidiana es árida y espinosa y las pocas satisfacciones de las que viene acompañada, se olvidan rápidamente. Antes de tomar una decisión, los modelos son considerados, comparados, testados, referenciados, probados, fotografiados, criticados y valorados; los intervinientes muestran sus indudables e infalibles conocimientos técnicos en mil y un detalles microscópicos de cada vehículo, mientras que otros destripan sus prestaciones, su rentabilidad, su ataque al medio ambiente o su volumen de maletero. Al final, suele elegirse el modelo que ya había anidado con la seguridad de un ave rapaz en el cerebro del Director General, tras todos los meses consumidos en un largo proceso de contrapeso y de debate. 

En general, bastan –por contraposición- unas cuantas entrevistas de no muy larga duración, para incorporar al equipo, con un contrato de trabajo firmado, registrado y sellado, a seres cuya libertad y cuyo compromiso decidirán el rumbo futuro de mucho capital, de mucho crecimiento y –también- el rumbo diario del vehículo que hemos adquirido en la empresa recientemente.

Otras muchas políticas y prácticas no resistirían esta prueba práctica del algodón: puestos empobrecidos por descripciones alejadas de necesidades reales, evaluaciones del desempeño desconectadas de objetivos reales, promociones y desarrollo basados más en preferencias que en auténticas referencias, políticas retributivas que incentivan exactamente lo contrario de los que necesitan las organizaciones…

Como aprendices torpes de Raphael en la escena de la farándula corporativa, muchos directivos nos movemos con saltitos y elegantes aspavientos, intentando reforzar los mensajes de que nuestra empresa es nuestro “amigo más fiel”. ¿Cuál será el impacto real  en nuestros equipos? Me temo que la percepción de muchos de ellos al presenciar nuestras actuaciones estará más cercana a la dura condena, al ruido de cadenas arrastradas o a trabajar sin tregua y sin fin.

Como reza el proverbio oriental, que es todavía más ancestral que el éxito de Raphael en los escenarios: “Lo que eres, suena más fuerte en mis oídos que lo que dices”

RAPHAEL:
CANCIÓN DEL TRABAJO

Arrastrar la dura cadena
trabajar sin tregua y sin fin
es lo mismo que una condena
que ninguno puede eludir

El trabajo nace con la persona
va grabado sobre su piel
y ya siempre le acompaña
como el amigo más fiel
Trabajar con nieve y con frío
con la fe del que ha de triunfar
porque el agua que lleva el río
no regresa nunca del mar

El trabajo nace con la persona
va grabado sobre su piel
y ya siempre le acompaña
como el amigo más fiel
Vale mas tener esperanza
y luchar por algo mejor
trabajar con fe y esperanza
por lograr un mundo mejor

El trabajo nace con la persona
va grabado sobre su piel
y ya siempre le acompaña
como el amigo más fiel.


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